miércoles, 21 de octubre de 2009

Recuerdos familiares, Puerto Aysén , Chile

Poco le habrá costado a  Víctor Schwartz acostumbrarse a estos paisajes, tan similares a los de su Suecia natal.  El verde de los bosques en verano resulta casi una agresión a la vista del viajero y las montañas parecen querer abrazarnos en un gesto que confunde, hay en ellas una carga de agresividad que se mezcla con su aspecto protector.  Viniendo desde el desierto, a donde el espíritu aventurero del padre las había llevado, sin duda la llegada al seno de Aysén debió ser una verdadera fiesta para las niñas.

Al descender del barco habrán cargado el equipaje en una carreta, o quizás remontaron el río Simpson para llegar al kilómetro dieciocho del camino a Coyhaique, donde se encontraba el predio comprado por el padre.

Rosa solía describir con detalle aquellos recuerdos que marcaron su vida de manera permanente, los años vividos en Aysén tenían un sabor especial en su relato, era la nostalgia de lo irrepetible.  Llevaba en la frente, como una insignia, la  cicatriz que se hiciera al caer del techo donde jugaba con su hermana, la afilada piedra la marcó de por vida.  Pero no todo era juego en la vida de esas niñas, así como aprendieron a montar a caballo, también debieron saber carnear un animal, salar los jamones, batir la mantequilla, darle punto a las mermeladas, reparar un techo o coser un vestido. 
Doña Jacobina supo  repartirse con paciencia entre el cuidado de sus hijas y el de esos otros niños a los que obstinadamente enseñó a leer y escribir en el galpón donde vivieron mientras se construía la casa. 


Mientras Jacobina impartía sus clases a los niños más pequeños de los alrededores, Víctor se  concentraba en la marcha del aserradero, sostenido por la copiosa producción del ciprés de las Guaitecas, árbol tenaz, de madera resistente como pocas y que ha sido el sustento de generaciones de pioneros en la vertiente occidental  de los Andes patagónicos.

Los vecinos no daban crédito a sus ojos: ¡El sueco estaba loco de remate! Nadie había hecho una casa semejante en esos confines: tres pisos, para empezar; ventanas cuadriculadas, que un maestro carpintero armó con desconfianza; vigas a la vista en el comedor; la escalera con un pasamanos deslumbrante que llevaba al segundo piso, donde se construyeron cuatro habitaciones, una para cada miembro de la familia.



Años más tarde Jacobina enfermó y Víctor  vendió la casa para viajar a Santiago en busca de un tratamiento que no salvaría la vida de su esposa. Nunca volvieron.

Rosa ya ha muerto, pero con las señas que nos fue dando en sus relatos pudimos llegar. Sesenta años más tarde, encontramos la casa, los nuevos dueños la han transformado en un acogedor Lodge de pesca. Después de un largo tiempo de abandono, sólo se necesitó barniz, pintura y buen gusto para recuperar la construcción, el ciprés de las Guaitecas ha resistido muy bien el paso del tiempo.  Los árboles han crecido, pero son los mismos que plantara Jacobina los que todavía cada verano entregan abundantes frutos, el galpón que una vez fuera la improvisada escuela ahora sirve de cobertizo para las máquinas y el techo donde jugaban las niñas aún sigue en pie.

viernes, 9 de octubre de 2009

PERITO MORENO, Argentina

El Glaciar PERITO MORENO lleva ese nombre en honor a Francisco P. Moreno.  Este glaciar tiene la particularidad de poder ser apreciado a muy corta distancia accediendo por un camino asfaltado distante a ochenta kilómetros de la localidad de El Calafate, a donde se puede llegar directamente en avión o bien por tierra. Hay también en la Patagonia una ciudad con el nombre de PERITO MORENO varios cientos de kilómetros más al Norte del Glaciar.


Francisco Pascasio Moreno era el nombre del PERITO MORENO, quien nació en Buenos Aires el 31 de Mayo de 1852. Perito cartógrafo que recorrió la Patagonia a fines del siglo XIX, buscando las huellas de Darwin.  A los 21 años viajó por primera vez a Carmen de Patagones, en 1874 llegaría a la desembocadura del Río Santa Cruz, en 1875 será el primer argentino en remontar el Río Negro para  llegar al lago Nahuel Huapi y finalmente en 1876 hará su viaje triunfal remontando el Río Santa Cruz, siguiendo la ruta de Darwin y su expedición.  Después de meses de arduos trabajos, privaciones y peligros permanentes logró llegar a las nacientes cordilleranas, donde bautizó los lagos Argentino, San Martín y Viedma.

Al Perito Moreno lo movían la inquietud de la aventura, la curiosidad científica y un  inmenso amor a su patria, soñaba con una  Patagonia pujante y creadora de riquezas para su país.

Desde su primer viaje comenzó a recolectar fósiles , vestigios de los primeros pobladores de la Patagonia, creando así un museo que junto con su biblioteca fueron el germen de lo que hoy se conoce como el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, del que fuera su primer director.


En 1897 fue nombrado Perito argentino en la cuestión de límites suscitada con la República de Chile y en calidad de tal viajó a Londres, donde la corona Británica laudó en ese largo conflicto, luego viajó nuevamente al sur para controlar la colocación de los hitos fronterizos.

En 1903 el Perito Moreno donó a la Nación Argentina las tierras aledañas al lago  Nahuel Huapi, que había recibido en reconocimiento a su trabajo, con el fin de crear así lo que fuera el Primer Parque Nacional de Argentina.

Nuestro Perito Moreno murió el 22 de noviembre de 1919, pobre y olvidado. Sus restos descansan en una hermosa isla en el Lago Nahuel Huapi, todas las embarcaciones que surcan el lago y se acercan a la isla se detienen unos minutos a rendirle homenaje con sus bocinas a este gran hombre.


En esta isla en el lago Nahuel Huapi está enterrado el Perito Moreno